Hay un chiste muy conocido del gran humorista Eugenio, que dice:
-Doctor, ¿usted cree que después de la operación podré tocar la guitarra?
– Por supuesto -contesta el doctor.
-¡Qué bien! -dice el paciente, -¡es la ilusión de mi vida!, porque no tengo ni puñetera idea…
Y esto que nos parece muy cómico, nos ocurre en nuestro día a día cuando decimos que nos gustaría aprender un idioma nuevo, comer más saludablemente, hacer deporte o aprender a gestionar el estrés.
Queremos la mejora…, pero no el proceso de mejora.
Si alguien viniese y nos dijese «te opero y ya sabes inglés», «te opero y ya eres emocionalmente inteligente» o «te tomas esta pastilla y hablas en público como un gran orador»…
Seguramente contestaríamos «de acuerdo, ¡pero con anestesia!» (tampoco queremos notar absolutamente ningún tipo de dolor o molestia).
De ahí quizá el éxito de tratamientos o intervenciones donde no tenemos que hacer ningún esfuerzo (flores de Bach, reiki, gimnasia pasiva…).
En estos casos solo hay que tomarse unas infusiones, tumbarse o conectarse unos electrodos indoloros para adelgazar, ser más optimista, más equilibrado emocionalmente o más asertivo, autoconsciente y feliz. Algo o alguien hace el trabajo por nosotros.
Eso sí, la mejora no es sostenible y hay que seguir invirtiendo en el tratamiento.
Pero es que si nos vamos al ámbito organizacional ocurre más de lo mismo. Da igual que seamos un pequeño emprendedor, una Pyme, una gran empresa o un trabajador/colaborador.
Queremos cambios, mejoras y desarrollos significativos rápidos y con poca inversión.
Y digo yo, ¿existe en el mundo mundial algún tipo de mejora significativa, saludable y sostenible en el tiempo que sea rápida, sin esfuerzo ni obstáculos?
Desde la lógica y la razón creo que la mayoría diremos que no (el que ha vivido un proceso de cambio o mejora sostenible producido por él/ella mismo/a sabe que lleva trabajo, esfuerzo y tesón).
Pero, no me cansaré de insistir, somos (todos) más emocionales que racionales. Todos, con la única excepción de quien haya sufrido algún tipo de trastorno en el desarrollo o lesión cerebral.
Es decir, sabemos lo que hay que hacer pero nuestro sistema cerebral de aversión al dolor o la pérdida busca excusas para evitar esfuerzos sostenidos.
Andamos buscando ingenuamente, como el paciente del chiste, «fórmulas o recetas mágicas» cual bálsamo de fierabrás.
Y en el ámbito organizacional donde se supone que solo hay rigor, seriedad, profesionalidad, lógica y análisis racional, ocurre que queremos tener empresas fuertes, innovadoras y prósperas sin cambiar comportamientos.
Las organizaciones también son primero emocionales y después racionales porque las empresas son personas.
Aunque una empresa estuviese compuesta en su mayoría por máquinas, si quien dirige es una persona, esa empresa es primero emocional y después racional.
Otra cosa es que sea emocionalmente inteligente. Eso le llevará a realizar comportamientos inteligentes porque habrá integrado razón y emoción para que trabajen de forma alineada.
Pero es más habitual en las organizaciones querer realizar nuevas funciones simplemente diciendo a un colaborador «ahora te vas a encargar tú de esto» (o nosotros mismos si somos micro-empresa o freelance).
«Te lees este manual y ves estos videos» y la semana que viene me presentas resultados.
Pero no es lo mismo saber o conocer, que aprender.
Saber o conocer se limita a las bases teóricas o conceptuales. Aprender requiere un proceso experiencial que lleva meses o años.
Por eso nuestras organizaciones no mejoran sustancialmente, porque hay mucho conocimiento pero poco aprendizaje (no se dedica el tiempo suficiente a cambiar comportamientos).
Vamos a decenas de eventos, foros, charlas, talleres, cursos de especialización o incluso hacemos un MBA.
Pero como aplicar lo que sabemos cuesta un esfuerzo sostenido en el tiempo, no llegamos a mantener los cambios de comportamiento necesarios para aprender y terminar obteniendo los beneficios consecuentes.
Y no digamos nada si somos un caso aislado en la organización. Si no hay un contexto o clima colaborativo que favorezca la incorporación de nuevos comportamientos que se traduzcan en aprendizajes, jamás se llevará a cabo la mejora.
Para que exista ese clima, la cultura y el estilo directivo son fundamentales. Y si somos un pequeño emprendedor dependerá de que sepamos gestionar nuestro «clima mental».
¿Y tú, sabes mucho o además aprendes?
¿Y en tu empresa, se sabe mucho pero no se aprende nada?