Hace unos días, gracias a una buena amiga, tuve la fortuna de poder asistir a una conferencia sobre liderazgo positivo que impartía Pedro L. Calvo en ESIC Valencia.
Pensé que el ponente se iba a centrar en explicar las 4 estrategias del liderazgo positivo, de Kim Cameron, las bases científicas y los beneficios para la organización que las aplica:
- Clima positivo
- Relaciones positivas
- Comunicación positiva
- Significado positivo
Pero fue mucho más allá y, tras mostrar los datos sobre compromiso arrojados por un informe Gallup -nefastos por cierto- (solo el 29% de los empleados se siente comprometido realmente), el ponente expuso casos prácticos vividos por él mismo (y por otras empresas) con unos resultados espectaculares.
La conclusión fue: la diferencia entre una empresa «del montón» y una empresa que sobresale es un 1%, pero ese 1% lo es todo.
La clave está en el liderazgo ejercido por su equipo directivo que, alineado con la misión, visión y valores, permite desplegar la mejor versión de las personas que trabajan con la organización.
Lo que más me llamó la atención es que apenas profundizó en la investigación de la psicología positiva como fuente en la que se sustenta el liderazgo positivo (aunque sí hizo referencia a ella).
Y es que la psicología organizacional positiva ha demostrado (y cada vez es mayor su corpus) que para conseguir resultados excelentes hay que generar una «desviación positiva» en la organización, a varios niveles (individual, grupal y organizacional).
Es decir, hay que poner el foco y el énfasis en las fortalezas, potenciando así los recursos del colaborador, del equipo y de la organización.
Es exponencialmente más productivo centrarse en lo que va bien, en lo que funciona; potenciarlo, amplificarlo y expandirlo.
Porque poner el foco solo en lo negativo para repararlo o evitarlo (que también es necesario) no lleva a la excelencia sino a la «normalidad».
También será necesario intervenir en problemas y amenazas, pero «sin regodearnos» y quedarnos anclados en ellos.
Este micro-cuento de Alejandro Jodorowski es muy ilustrativo de cómo a veces nos focalizamos tanto en un problema o amenaza, que acabamos amplificando sus consecuencias o incluso generándolas (efecto pigmalión):
Caminando por la selva un hombre se topa con un león dormido.
Poniéndose de rodillas ante él, murmura:
– Por favor, no me comas.La bestia sigue roncando. Esta vez grita:
– ¡Por favor, no me comaaas!El animal no se da por enterado. Temblando, abre las mandíbulas y acerca su cara a los colmillos para
volver a gritar el ruego. Inútil. La fiera no despierta.Histérico, comienza a darle patadas en el trasero:
– ¡No me comas! ¡No me comas! ¡No me comas!.El león despierta, salta sobre él y, furioso, comienza a devorarlo. El hombre se queja:
– ¡Qué mala suerte tengo!.
Y es que focalizarnos principalmente en lo que no funciona nos lleva a estar dentro del 90% de la campana de gauss, pero no a ser excepcionales.
Por supuesto no es obligatorio ser excepcional si uno no quiere, pero luego no vale quejarse de que no sobresalimos, porque «si hacemos lo que la mayoría nos irá como a la mayoría».
Desde mi punto de vista, la herramienta principal que disponemos para conseguir que nuestra organización se encamine a ese 5% superior, es lo que yo llamo «el núcleo duro o joya de la corona» de la psicología organizacional positiva:
La inteligencia emocional aplicada a la dirección de personas, o liderazgo saludable.
Porque el desarrollo de nuestra inteligencia emocional nos capacita para poder gestionar todas las emociones (agradables y desagradables) dándoles un uso inteligente, productivo y saludable a nivel individual y colectivo.
Además nos hace conscientes del impacto que lo afectivo tiene en la actitud, el compromiso, la motivación, el desempeño, la colaboración y, en definitiva, en los resultados.
La inteligencia emocional, a su vez, se sirve de algunas herramientas y competencias clave:
- La autoconsciencia
- El autoconocimiento
- La empatía
- El optimismo
- La resiliencia
- La gratitud
- La compasión
- La asertividad
- La atención plena
- El sentido del humor
Y es que, las 4 estrategias del liderazgo positivo se despliegan (casi automáticamente) cuando un directivo trabaja estas competencias socio-emocionales.
Por eso hablamos de «desviación organizacional positiva» como palanca del éxito para obtener resultados extraordinarios, porque potenciar el talento es inmensamente más eficaz que tratar de corregir debilidades.
Por ejemplo, liderazgos como el de Gary Kelly (CEO de Southwest Airlines en EE.UU.), el de Santiago Vázquez (CPO de «R» en España) o el de otras organizaciones más pequeñas, es la clave para que las personas consigan resultados sobresalientes de manera saludable.
Me quiero despedir con otro micro-cuento de Alejandro Jodoroswki, muy ilustrativo, que dice:
– Maestro, tengo un problema con mi hijo
– Me trajo las notas del colegio, una alta calificación en dibujo y una pésima calificación en matemáticas.– ¿Qué harás? – dijo el maestro
– ¡Lo pondré de inmediato a tomar clases particulares con un profesor de matemáticas!
– Necio, ponlo de inmediato a tomar clases particulares con un profesor de dibujo.
– Todos servimos para algo pero no todos servimos para lo mismo.