QUE EL «CEO» NO NOS DEJE CAER EN LA «ATONTACIÓN»

Hace unas semanas escribía un post sobre el salto cualitativo y productivo que se produce cuando dirigimos nuestra empresa (y nuestra vida) poniendo el foco en lo que va bien, en lo que funciona, en las fortalezas, con el objetivo de optimizar los resultados.

Por supuesto hay que aprender de los errores y solucionar los problemas, pero sin «rebozarnos» en ello, sin perder demasiado tiempo y energía en preocuparnos (y mucho menos en buscar culpables).

Y decíamos que las empresas y personas que ponen el foco atencional solo en lo negativo, para repararlo y evitarlo, no alcanzan la excelencia sino «la normalidad».

Es decir, trabajar señalando solo errores (dirección por excepción -activa o pasiva-) nos ubica en «el montón», cayendo en la mediocridad.

Cumpliríamos con los objetivos básicos de supervivencia, pero no nos permitiría sobresalir.

Pero eso, hoy, en la era empresarial y profesional actual no nos lo podemos permitir porque corremos el riesgo de «caer en la atontación».

Es decir, en esa tentación de decir «con esta forma de hacer las cosas está bien, es más que suficiente», lo que nos llevaría a una especie de «tontuna acomodaticia» que nos dejaría encadenados sin poder crecer.

No sé si me explico.

Esa especie de «atontación» no nos permitiría ver más allá de nuestras narices, creyendo que si no mejoramos es por culpa de los demás, del mercado, de la competencia o de la mala suerte.

Caer en la «atontación» sería actuar como dice (creo) un aforismo budista:

[Tweet «El que tiene una brizna de mierda en la nariz ve mierda por todas partes.»]

¿Qué podemos hacer?

 

Proponer al máximo ejecutivo de la organización (o aplicárnoslo si somos nosotros), da igual el tamaño que tenga, que estimule la productividad y el desarrollo de las personas, no solo desde el error, el temor o la presión desmedida, sino desde el despliegue de sus fortalezas proporcionadamente alineadas con los objetivos.

Como responsables de una empresa o proyecto, tenemos la obligación de saber cuales son nuestras fortalezas y las de nuestro equipo.

Aun así, si no lo sabemos, podemos averiguarlo en la página web de la Universidad de Pensilvania, animando a realizar el Cuestionario VIA de Fortalezas Personales.

A partir de aquí, y siendo conscientes de las cinco principales fortalezas de las que disponemos, vamos a ponerlas en práctica de forma consciente en las diferentes tareas, situaciones y roles que desempeñamos en nuestro día a día laboral (y personal).

Tener consciencia de ello no solo nos permitirá poner en valor esas fortalezas, sino entrenarlas y potenciarlas para obtener resultados cada vez mejores.

Además, dirigir o liderar un equipo de personas (o autoliderarse), en la actualidad, requiere estimular constantemente el pensamiento creativo o lateral, ayudando siempre a ver más allá de lo observable a primera vista.

[Tweet «No basta con tener vista, ver las cosas; hay que tener visión, ver las consecuencias de las cosas.»].

Solo así evitaremos caer en la tentación de la «atontación».

¿Y tú, dejas caer a tu equipo (o a ti) en la «atontación»?

Fuente imagen: google (lahojadearena.com)

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Psicólogo Organizacional