«El trabajo dignifica», dijo Karl Marx (o al menos se le atribuye).
Es bien sabido que el trabajo tiene importantes beneficios para nuestro bienestar psicosocial, tal como se desprende de un estudio de Salanova, Prieto y Peiró (1993):
- Función económica (no solo para sobrevivir sino para acceder a otros bienes)
- Da estructura a nuestro tiempo diario, semanal, mensual y anual (marco de referencia útil y saludable)
- Representa una fuente de oportunidades para la interacción y los contactos sociales
- Proporciona un sentido o significado de vida
- En muchos casos proporciona estatus y prestigio social
- Favorece la autoestima (especialmente cuando podemos desplegar nuestro potencial)
- Nos permite adquirir conocimientos, habilidades y experiencia (construyendo identidad personal y laboral)
- Constituye un medio para transmitir normas, creencias, valores y expectativas sociales
A la vista de estos beneficios puede parecer que Karl Marx llevaba razón y podemos pensar que el trabajo es una fuente de desarrollo profesional y personal saludable. Y así es o podría ser.
Es decir, el trabajo no solo es un medio para conseguir beneficios materiales, sino que también es un fin en sí mismo porque proporciona beneficios psicosociales.
[Tweet «El trabajo siempre proporciona dos tipos de salario: uno económico y otro emocional.»]
El salario económico está claro que se corresponde con la función económica antes señalada (aunque también constituye una parte del salario emocional, ya que considerarse bien o mal pagado influye en nuestro estado emocional).
El resto de funciones que mencionábamos constituye el salario emocional «percibido».
Pongo entre comillas «percibido» porque tiene un doble significado: es un valor recibido porque produce bienestar psicológico, pero también es subjetivo porque para cada persona tendrá un valor diferente, en función de su momento de maduración personal.
Es decir, el nivel de crecimiento profesional y personal puede influir poderosamente en el salario emocional.
Ahora bien, la eficacia de estas funciones dependerá de lo alineadas que estén nuestras expectativas o necesidades con la cultura y prácticas organizacionales.
Por ello es imposible tener satisfecha al 100% de la plantilla, ya que siempre habrá quien tenga expectativas o necesidades poco alineadas con la organización.
Por supuesto partimos de la base de que el trabajo no se produce en condiciones precarias, tanto económicas o de seguridad y salud, porque esta situación no satisfaría las expectativas o necesidades de nadie (al menos eso creo).
A partir de aquí me gustaría hablar de la importancia del equilibrio entre crecimiento profesional y crecimiento personal, porque son necesarios ambos para un salario emocional saludable.
El crecimiento profesional está relacionado con la adquisición de conocimientos, experiencias y habilidades técnicas. Y aunque puede influir en el crecimiento personal, no es lo mismo.
El crecimiento personal está más relacionado con la adquisición de habilidades sociales, el desarrollo de la autoestima, la autoeficacia, la autoconfianza, o la revisión y actualización periódica de creencias o paradigmas mentales.
De forma que si nos focalizamos única y exclusivamente en el crecimiento profesional podríamos entrar en un bucle inconsciente donde estemos creciendo solo a nivel profesional.
Y esto está bien (sobre todo en los primeros años de vida laboral), pero suele llegar un momento en el que resulta claramente insuficiente.
Es posible que lleguemos a sentir quizás un vacío interior, un sentimiento de desasosiego, de falta de plenitud o significado.
Si esto ocurre, nuestro sistema emocional nos está enviando un mensaje claro: «Puede que te guste tu trabajo pero «solo es trabajo» y la vida es mucho más amplia y rica que eso».
En este caso el sistema de información emocional nos está pidiendo a gritos que crezcamos también a nivel personal.
Cada uno necesitará una forma de crecer diferente dependiendo de en qué momento de su vida esté.
En unos casos quizá necesitemos dedicar más tiempo a estar con la familia, en otros hacer (más) deporte, tener más relaciones sociales, estar en contacto con la naturaleza, estar solos y reflexionar, dedicar tiempo a un hobby, etc.
Y es que los seres humanos somos seres globales que, además de «sobrevivir», necesitamos vivir con un equilibrio de bienestar material, físico, social, profesional y emocional.
Este equilibrio de «bienestares» (si se me permite la palabra) nos permite «alumbrar» formas de vida mucho más satisfactorias que solo la tan habitual y paupérrima de «ir tirando».
Es lo que llama «Flor de Benicia», el Profesor Rafael Bisquerra.
¿De quién es responsabilidad conseguir este equilibrio entre los distintos tipos de bienestar?
De todos. Personas, Organizaciones y Administraciones, cada uno a su nivel de influencia y responsabilidad.
¿Y tú, creces solo profesionalmente o también a nivel personal?
¿Contribuyes al equilibrio de tu propio bienestar y el de los demás?
Fuente imágenes: ; google (echanizbarrondo.blogspot.com; mujeresontop.com)