OBJETIVO, GANAR MUCHO DINERO. SÍ, PERO… ¿A QUÉ PRECIO?

Busqueda_de_personasHace unos días, viendo el programa «Salvados», titulado Fashion Victims, se me removieron muchas cosas por dentro sobre las injusticias que cometemos los seres humanos con otros seres humanos.

Quizá nos parezca sorprendente porque creemos que somos animales racionales, pero la realidad dice lo contrario.

Otros animales «inferiores» atentan contra su misma especie por intereses de supervivencia (territorio) o descendencia, básicamente.

Nosotros también (como animales que somos), pero además podemos complicar (nos) la existencia «simplemente» por necesidades emocionales insatisfechas de nuestro ego, aunque luego tratemos de justificarlo con «argumentos racionales».

La causa puede andar relacionada con que esas emociones no satisfechas son interpretadas erróneamente por la razón y terminamos confundiendo fines con medios, pudiendo cometer auténticas barbaridades.

Un ejemplo: Conseguir reconocimiento y aceptación es un medio para mi necesidad de bienestar y salud socioemocional, pero si lo convierto en un fin en sí mismo, paradójicamente, se convertirá en mi pesadilla. No seré feliz y veré enemigos por todas partes cada vez que no lo consiga.

Otro ejemplo: solemos confundir la felicidad (el fin o la necesidad emocional) con ganar mucho dinero (medio o recurso necesario aunque no suficiente).

Al convertir el dinero en el fin, paradójicamente también nos puede generar problemas (y a nuestro alrededor) porque creeremos que ahí está, exclusivamente, la fuente de nuestra necesidad de bienestar.

No sé si me explico correctamente.

Aunque ¡ojo!, no digo que no haya que conseguir reconocimiento o ganar mucho dinero, sino que deberíamos clarificar y ser conscientes de la diferencia entre medios y fines.

Lo mejor de todo es que puede haber un perfecto equilibrio entre la salud financiera de una empresa y la salud psicosocial de las personas que contribuyen a sus resultados.

En este sentido, me encantó la entrevista con la empresaria María Almazán (CEO de Latitude) porque es un claro ejemplo, precisamente, de este equilibrio financiero y saludable.

Dijo que, para ella, el concepto tan manido de «sostenibilidad» supone el cuidado del medio ambiente, los derechos laborales y la salud de todas las personas implicadas en ese objeto (en referencia en este caso a la industria textil).

Además, explicó perfectamente cómo se puede fabricar en España y seguir siendo rentables sin llegar a la deslocalización.

Parece ser que la «sutil diferencia» está entre querer «ganar dinero» o «cantidades ingentes de dinero».

Y no quiero decir que no sea lícito fabricar en otros países dónde la mano de obra sea más barata que en occidente, para conseguir mayores beneficios.

El  problema aparece cuando nuestro margen de beneficio es a costa del margen de beneficio de los demás. Y no te digo nada ya, si además la reducción del margen de beneficio del otro le obliga a vivir en condiciones indignas.

Eso ya no sería, desde mi punto de vista, inteligencia financiera, ni de marketing, ni comercial, ni de negocio. Es más, no sería inteligencia sino inconsciencia.

Y eso quiero creer y pensar; que la empresa que incurre en «negocios de suma cero» (par que yo amplíe mi margen tiene que haber otro que reduzca el suyo) no es consciente de ello.

Es decir, que una empresa que abre una fábrica, sucursal o delegación en un país de menor poder adquisitivo, cree no solo que está ampliando su margen de beneficio sino que además está generando empleo de forma saludable en ese país.

De forma que confía en que existe y se cumple la normativa en materia de salud y seguridad donde está ubicada la planta productiva.

El problema surge cuando no se comprueba tácitamente que esto ocurre, tal como decía María Almazán, porque las reuniones de seguimiento se realizan en una sala de hotel, y no en el punto operativo.

Entonces se cumple la frase aquella de «ojos que no ven, corazón que no siente», queriendo creer que todo se hace correctamente. Especialmente cuando los resultados económicos van viento en popa.

Seguramente si los resultados no fuesen los esperados, sí que se realizaría la visita in situ para ver cómo se está trabajando (como decía Maria, para comprobar los auténticos entresijos de la fábrica «hay que perderse buscando un lavabo»).

Por supuesto que cabe la posibilidad de ser consciente de estar negociando en el modelo de suma cero (o modelo de pastel fijo), quizá porque no se conoce otra forma de hacerlo.

Hacer negocios de esta manera es lo que se conoce como «prejuicio de incompatibilidad» (Thompson, 1991), porque desde este prisma sesgado se da por hecho que los intereses de las partes son incompatibles, cuando a menudo no es así.

Sin embargo, una parte puede querer conseguir margen económico, y la otra podría querer no tanto dinero y más tiempo libre, o determinados tipo de bienes o servicios, o un clima de trabajo saludable, o estatus, o formación, etc.

Todo son recursos válidos mientras sean valorados por algunas personas. Tanto, que están dispuestas a regular su comportamiento en base a ello.

Podíamos decir que el juego de suma cero o pastel fijo es una visión corta, miope o reduccionista de la poliédrica realidad.

Existe una forma complementaria de hacer negocios que permite «ampliar la tarta» para que todas las partes salgan ganando.

Se llama «ampliar el pastel» o «crear valor» (Brett, 2001) y está basado en técnicas de negociación, donde se complementa la colaboración con la competitividad.

 

Hay que saber diferenciar entre el precio y el verdadero valor de las cosas (o los servicios). Solo así podremos tener organizaciones «doble R» (rentables y responsables socialmente).

¿Y tú, qué precio pagas por el dinero que ganas?, ¿y tu empresa?

 

*Te dejo el artículo «Organizaciones Saludables y Rentables», en Saludablemente, Psicología y Bienestar.

*También te dejo «¿Puede ser rentable una Organización no saludable?», en rhSaludable.

*Y si diriges personas te resultará enriquecedor realizar este curso (haz click en la imagen).

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Psicólogo Organizacional