Cada vez somos más los profesionales que nos dedicamos a promover la salud en el trabajo (y en la vida), el crecimiento personal, la felicidad, el bienestar y la inteligencia emocional a nivel individual, grupal y organizacional.
Incluso no es necesario ser psicólogo para poder realizar legalmente intervenciones positivas cognitivo-conductuales en cualquier tipo de organización, puesto que solo está regulado, en este sentido, el ámbito sanitario y clínico.
Desde mi punto de vista, al igual que el colegio de abogados vela para que nadie pueda realizar intervenciones jurídicas sin ser abogado (y sin diferenciar el ámbito penal, civil, laboral o mercantil) algo similar debería hacer el colegio de psicólogos.
De todas formas mi reflexión no va por aquí, sino por la siguiente pregunta:
¿los profesionales que vendemos este tipo de mejoras paras las organizaciones, las aplicamos en nuestro trabajo diario?
Consejos vendo que para mí no tengo.
Es decir, ¿somos coherentes con nuestro mensaje y motivamos a nuestros colaboradores, gestionamos nuestros estados emocionales, descansamos lo necesario, paramos a reflexionar y ejercemos un liderazgo saludable?
Creo que es algo crítico y nada baladí, puesto que el mensaje y el mensajero son lo mismo. Si no es así, algo termina “chirriando”.
Es muy triste ver a profesionales con un “powerpoint” (o «prezi» que es más cool) con un mensaje potente pero lejos del que transmite él mismo con su lenguaje corporal y comportamiento en numerosas situaciones del mundo 1.0.
En realidad, mantener la coherencia se traduciría en salud, bienestar y mejora sostenible, que es precisamente lo que vendemos.
Profundizando un poco más y sin entrar ya en cuestiones éticas, ¿voy a ser igual de eficaz entrenando a otros profesionales en optimismo, felicidad, inteligencia emocional, selección de personas o afrontamiento del estrés, si yo soy pesimista, infeliz, las emociones me bloquean, tengo un equipo de colaboradores mediocre, vivo con estrés por el día y ansiedad por la noche?
Y por supuesto esto es aplicable a todas las profesiones. Aquí no se salva nadie ;-).
Comprendo que es muy difícil llegar a vivir alineados con la expresión que se le atribuye a Ghandi,
“Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo”.
Pero estar muy lejos de ahí también me produce sarpullido mental. Lo siento, me produce una tremenda disonancia cognitiva ver a alguien que transmite un mensaje saludable, y su conducta el mensaje opuesto (y mucho más si ocurre en mí mismo).
Es más, si un profesional no sufre esa tensión mental al decir una cosa y hacer otra, en realidad no cree en su mensaje, solo lo piensa.
No es lo mismo pensar un servicio, que sentir un servicio.
La diferencia sutil (o no tanto) entre pensar y sentir está en que el pensamiento nos permite argumentar una idea y el sentimiento nos permite «encarnar» esa idea, llevándola a la práctica sin sufrir esa tensión mental.
De manera que si encontramos a alguien que no hace lo que dice es porque no siente lo que piensa, y tiene intereses de otra índole.
Por eso llevo trabajando mi propio crecimiento personal y competencias emocionales desde 2008 y reconozco que no es nada fácil, aunque el esfuerzo es recompensado con creces.
Y me he atrevido a ofrecerlo profesionalmente porque, además de recibir formación universitaria específica y ser mi auténtica vocación, lo he experimentado personalmente (y sigo descubriéndome cada día).
Ya sé que, a veces, la incoherencia puede suponer un atajo para obtener dividendos particulares más rápidos, pero no me parece ético ni creo que sea sostenible.
Es negocio ser honrado, hasta en los momentos más difíciles.
Es posible que yo sea raro, pero seguiré pagando «el precio de la coherencia», tratando de aplicar sobre mi persona lo que vendo como mejora a otras personas.
Creo que ayudar a mejorar a las personas en las organizaciones supone mejorar las organizaciones en su conjunto.
Y mejorar las empresas en su conjunto supone mejorar el país.
Y mejorar el país supone mejorar la calidad de vida de mayor número de personas.
Entonces,
¿Ayudamos a mejorar a nuestros clientes desde el sentimiento?
¿o seguimos cortando con cuchillo de palo?