En el vertiginoso mundo empresarial actual, donde la transformación digital es la clave para la competitividad, hay un término que cada vez resuena con más fuerza: humanización.
Y no, no se trata de reunir al equipo para un «break» de mindfulness (aunque tampoco es mala idea), sino de poner en el centro a las personas mientras nos adaptamos a las nuevas tecnologías.
Porque, si bien la digitalización es el músculo que empuja hacia el futuro, la humanización es el corazón que marca el ritmo.
Y si ambos no están en sintonía, la empresa puede terminar corriendo a toda velocidad hacia… ¿Un abismo de deshumanización?
Aquí es donde entra un término que me gusta usar: «desegohechizamiento«.
¿Qué es esto, te preguntarás? Pues nada más y nada menos que el arte (y la técnica) de desprenderse de los «hechizos» del ego, especialmente en aquellas personas que lideran.
Es un proceso que nos invita a mirar más allá de los títulos rimbombantes, las oficinas de esquina y los KPI fríos, para ver lo que realmente importa: las personas.
Porque, aunque es cierto que una empresa necesita crecer económicamente, es igual de vital que sus empleados se sientan valorados, escuchados y, sobre todo, humanos.
Digitalizar sí, pero sin perder el alma
La digitalización es como ese genio tecnológico que nos promete hacer las cosas más rápido, más eficientes, y con menos errores.
Automatización de procesos, inteligencia artificial que nos anticipa la demanda, plataformas que nos acercan a nuestros clientes a un clic de distancia… ¡Maravilloso!
Pero, ¿qué pasa cuando la velocidad y la eficiencia se vuelven el único mantra? Pues que corremos el riesgo de convertirnos en máquinas que olvidan que al otro lado de la pantalla hay seres humanos.
Ahí es cuando el «desegohechizamiento» se vuelve crucial.
Si no vigilamos, el ego nos hace creer que somos nuestros logros, nuestras cifras de ventas o el último software que implementamos.
Sin embargo, un líder que ha pasado por este proceso de «deshechizo» sabe que no es su puesto el que lo define, sino cómo contribuye al bienestar de su equipo y, por ende, al de la empresa.
Un líder humanizado entiende que, aunque el éxito financiero es fundamental, el bienestar de las personas no es un «plus», sino la otra cara de la moneda.
Lo cortés no quita lo valiente
La clave para que una empresa tenga éxito en el siglo XXI radica en combinar lo mejor de ambos mundos: el bienestar humano (lo cortés) y la rentabilidad (lo valiente), o al revés.
Porque, al final del día, un equipo motivado y comprometido, que siente que sus ideas cuentan, que su salud emocional importa, es un equipo que producirá mejores resultados.
Las cifras verdes en la hoja de balance son más sostenibles cuando detrás de ellas hay personas que no solo trabajan por un salario, sino que lo hacen porque encuentran un propósito en lo que hacen.
Entonces, cuando pienses en la digitalización, no olvides añadir una buena dosis de humanización.
Y si alguna vez te encuentras perdido entre algoritmos, cifras y automatizaciones, pregúntate: ¿cómo puedo ser un poco más humano hoy?
Porque el éxito de la empresa no solo se mide en euros, sino en el bienestar y la satisfacción de las personas que cada día hacen posible esa realidad.
Por cierto, Editorial Kolima me publicó este libro titulado «La Palanca del Éxito S.A.» que puede que te ayude en el proceso de «deshechización del elgo».
Fuente imagen: IA Dall-E