La gente suele creer que la inteligencia emocional es una habilidad al alcance de cuatro privilegiados, que ya han nacido, prácticamente, con ella.
Nada de eso. En realidad, estamos hablando de comportamientos muy sencillos cuando se pone consciencia y claridad mental.
Eso sí, al menos hay un trabajo de autocrítica (amable) y reflexión (constructiva) sobre mi propia responsabilidad a la hora de pensar, sentir y hacer, que me ayuda a impulsar la mejora.
Hoy quiero compartir contigo 6 ejemplos sencillos y claros de cómo se comporta una persona con inteligencia emocional en el ámbito laboral.
Aunque se pueden aplicar a todos los perfiles, he querido diferenciar entre un/a profesional que trabaja por cuenta propia y un/a profesional que trabaja por cuenta ajena.
Profesional por cuenta propia, o manager.
Manejar el estrés durante la negociación de una propuesta
- Durante una negociación, con un cliente o proveedor, que se está complicando, el/la profesional mantiene la calma, escucha atentamente y busca soluciones que beneficien a ambas partes, en lugar de reaccionar impulsivamente o mostrar frustración.
Responder positivamente a la crítica
- Cuando un cliente da feedback negativo sobre un producto o servicio, el emprendedor agradece los comentarios, pregunta por detalles específicos para entender mejor el problema y utiliza esa información para mejorar su oferta, en lugar de ponerse a la defensiva.
Motivar al equipo
- En momentos de alta presión, el emprendedor reconoce el esfuerzo de su equipo, ofrece palabras de aliento y se asegura de que todos se sientan valiosos y apoyados, manteniendo así la moral alta y un ambiente de trabajo positivo.
Profesional por cuenta ajena.
Manejar conflictos con compañeros
- Cuando surge un desacuerdo con un compañero o compañera, el trabajador escucha con empatía, busca entender el punto de vista del otro y trabaja para encontrar una solución colaborativa, en lugar de insistir en que su propia opinión prevalezca.
Adaptarse a cambios imprevistos
- Si se introduce un nuevo sistema o cambio de procedimientos en el trabajo, el trabajador permanece flexible (cognitiva, afectiva y conductualmente), muestra una actitud positiva hacia el cambio y apoya a sus compañeros que pueden estar teniendo dificultades para adaptarse.
Ofrecer ayuda proactivamente
- Al notar que un/a compañero/a está abrumado/a por la carga de trabajo (cuantitativa o cualitativa), el trabajador se ofrece para ayudar sin esperar a que se lo pidan, demostrando empatía y un espíritu colaborativo, sin esperar nada a cambio y sin perjudicarse a sí mismo.
La inteligencia emocional no es una cualidad innata que solo pueden desplegar determinadas personas «especiales», sino una habilidad a alcance de cualquier persona, expresándola en acciones cotidianas que fomentan un ambiente de trabajo más armonioso, fluido y productivo (libre de manipulaciones egoicas). Eso sí, hay que trabajar en ello, como cuando quieres ponerte en forma.
Y no tiene nada que ver con el conformismo, la ñoñería o el buenismo, sino con la salud mental y la consciencia de unidad, que es capaz de ver más allá del ombligo del ego y atisbar que estamos todos en el mismo barco, donde lo más inteligente es colaborar dentro, en la empresa, para ser más competitivos fuera, en el mercado.
La buena noticia es que todos los días tenemos montones de oportunidades para entrenar nuestra inteligencia emocional.
¿Has vivido recientemente alguna situación laboral donde entrenar tu inteligencia emocional?
Fuente imagen: IA Adobe Firefly