El ego, ¿aliado, prisión, o ambas cosas?

¿Alguna vez has sentido que reaccionas a la defensiva cuando alguien te critica?

¿O esa necesidad de “tener razón” y de ganar en una discusión, incluso cuando, en el fondo, sabes que no importa tanto?

Bueno, eso es el ego en acción. El ego es esa parte de nosotros que se identifica con la imagen de quiénes creemos que somos y qué queremos.

Imagina que el ego es como el guardián de una fortaleza que hemos construido alrededor de nuestro sentido de identidad.

A veces es un aliado porque nos ayuda a definir nuestros límites, a protegernos emocionalmente y a interactuar con el mundo.

Pero cuando se convierte en un guardián demasiado rígido, puede convertirse en una prisión (con un poco de humor, me gusta decir que caemos en el «tal..ego» 😋).

Entonces, ¿qué es el ego, realmente?

El ego es el “yo” (como sabes, ego significa yo, en griego) que creamos para navegar por el mundo.

Se forma a partir de nuestras experiencias, nuestra educación, nuestras creencias y las historias que nos contamos sobre nosotros mismos.

Este ego nos ayuda a vernos como individuos separados del resto, dándonos un sentido de identidad y dirección. Hasta aquí, todo bien, ¿verdad?

El problema aparece cuando nos identificamos demasiado con este “yo” creado o construido, y olvidamos qué hay más allá de lo que el ego nos hace ver.

De ser una herramienta para protegernos, el ego puede volverse un filtro que distorsiona nuestra percepción. En esos casos, el ego puede llevarnos a:

  • Buscar validación constante (el ego necesita sentirse importante y busca aprobación de los demás para sentirse especial).
  • Evitar el cambio (como el ego se identifica con la versión de quiénes creemos ser, cualquier cambio se siente como una amenaza).
  • Reaccionar de forma defensiva (cualquier crítica es vista como un ataque a la identidad, haciendo que reaccionemos de manera impulsiva para proteger ese “yo” construido).

¿El ego es malo? No, pero es limitante

El ego no es “malo”; de hecho, es parte de lo que nos permite desenvolvernos en la vida. Pero la clave para no caer en sus trampas es ser conscientes de él.

En lugar de dejar que el ego maneje el show, podemos verlo en perspectiva, entender sus patrones y aprender a responder de una forma más auténtica.

Una práctica útil es observarnos cuando nos sentimos a la defensiva o cuando necesitamos desesperadamente tener razón.

En esos momentos, podemos hacernos una simple pregunta: “¿Es esto mi verdadero yo o es mi ego defendiendo algo que, en el fondo, no necesita ser defendido?”

Una reflexión final

El ego es un aliado que nos ayuda a definirnos, pero puede convertirse en una prisión (el tal..ego) si no aprendemos a verlo en su justa medida.

Cuanto más conscientes somos de su papel en nuestras vidas, más libertad tenemos para actuar desde un lugar auténtico, o más consciente y luminoso.

Así que, la próxima vez que te sientas atrapado/a en una reacción impulsada por el ego, recuerda que ese guardián solo es una parte de ti, pero no eres tú.

Tú eres quien tiene la llave para salir del «tal..ego» lo antes posible, porque es una prisión que se abre desde dentro.

Y cuando te liberas del tal..ego (aunque sea por unos minutos), te das permiso para ser mucho más de lo que él te permite ver.

Continuará…

En la próxima entrega abordaré la gestión del ego en la empresa y algunos tips para su gestión.

About admin

Psicólogo Organizacional