Imagina esto.
La empresa donde trabajas organiza una charla de motivación, lleva a un experto en liderazgo o un formador en inteligencia emocional y espera que, después de una hora y media de charla o taller, el equipo salga inspirado y listo para ser más productivo.
La realidad es que, en la mayoría de los casos, esos efectos se diluyen en días o incluso en horas.
¿Por qué?
Porque estamos hablando de acciones aisladas, sin un plan estratégico de fondo, sin medir el impacto real en el bienestar o en los resultados del negocio.
Las acciones aisladas para mejorar el clima pueden ser costosas y poco eficaces
Cuando se invierte en charlas, talleres o cursos de bienestar sin un plan, no solo se pierde tiempo, sino también dinero.
Por ejemplo, una charla, conferencia o taller básico de motivación, inteligencia emocional o liderazgo positivo para una empresa puede costar entre 1.000 y 3.000 euros, o más, dependiendo del caché del ponente.
Si a esto le sumamos el tiempo que esos empleados dedican a la formación, estamos hablando de horas de trabajo que se dejan de invertir en tareas productivas, lo que representa una pérdida indirecta de miles de euros en coste de oportunidad.
Sin métricas ni evaluación, esa inversión se convierte en un gasto sin retorno medible.
Es como lanzar dinero por la ventana, esperando que de algún modo esos euros invertidos regresen con un impacto positivo.
Y en la práctica, la falta de resultados claros termina generando frustración tanto en la empresa como en los propios empleados.
La clave está en la estrategia y la medición
Para que un programa de bienestar sea realmente efectivo, debe formar parte de una estrategia clara, con objetivos definidos y métricas que permitan evaluar su impacto.
Aquí es donde entra en juego el uso de herramientas tipo People Analytics, una herramienta que recopila y analiza datos sobre el comportamiento y el rendimiento de los empleados.
Con este tipo de herramientas se pueden medir aspectos como el compromiso del equipo, el nivel de aprendizaje, el nivel de transferencia al puesto de trabajo, el nivel de satisfacción de los participantes, la trazabilidad del aprendizaje en el desempeño y el retorno de la inversión (entre otros indicadores).
Es decir, podemos obtener datos concretos sobre el impacto real de cada acción.
Ejemplo práctico sobre medición de estrés y productividad
Imaginemos que la empresa ha lanzado un programa de bienestar con cursos sobre gestión del estrés y sesiones de coaching emocional. Antes de iniciar el programa, People Analytics podría recopilar datos sobre los niveles de estrés (a través de cuestionarios validados) y de la productividad (medida en tareas completadas, ventas, tiempos de entrega, etc.).
Después del programa y a los 3, 6 o 9 meses, People Analytics vuelve a analizar esos mismos indicadores.
Supongamos que los resultados muestran una reducción del estrés en un 15 % y un aumento de la productividad en un 10 % en los meses siguientes.
Estos datos no solo justifican la inversión inicial, sino que permiten calcular un retorno de inversión concreto y, lo más importante, ajustar el programa de bienestar en función de lo que realmente funciona.
Es decir, para que las acciones de bienestar tengan un impacto real, deben formar parte de una estrategia de empresa similar a la financiera, de marketing o ventas. Esto significa:
- Definir objetivos claros. Antes de invertir, hay que saber qué se quiere lograr y cómo ese objetivo está alineado con la estrategia del negocio.
- Diseñar un plan continuo. El bienestar no es un evento único, sino un proceso que requiere de esfuerzos constantes y coordinados.
- Medir y adaptar con herramientas analíticas. Se pueden evaluar las métricas de bienestar y negocio de forma constante, obteniendo datos fiables para ajustar y mejorar la estrategia de bienestar de la empresa en tiempo real.
Para concluir, podemos decir que las charlas y cursos de bienestar tienen su valor, pero por sí solos, sin un enfoque estratégico, sin métricas claras y sin el respaldo de herramientas similares a People Analytics, corren el riesgo de convertirse en una pérdida de tiempo y dinero.
Invertir en el bienestar de los empleados tiene sentido, pero solo cuando se hace de manera integrada, alineada con los objetivos de negocio y basada en datos.
Solo entonces, el bienestar deja de ser un gasto y se convierte en una verdadera inversión para la empresa.
En este sentido, puede servir de hoja de ruta para planificar e integrar un programa de bienestar laboral en la empresa, el Distintivo de Bienestar Laboral que plantea el Instituto de Seguridad y Bienestar Laboral.