Parece que vivimos una especie de inundación o asedio de programas de formación, coaching, inteligencia emocional, liderazgo y desarrollo personal por todas partes.
Como si fuese obligatorio y necesario estar todos los días del año pendientes de aprender nuevas formas de pensar, sentir y hacer, cuestionándonos en todo momento si lo estamos haciendo todo lo bien que podríamos hacerlo.
¿Y aquí cuándo se trabaja? (como diría un directivo que conozco).
Paradójicamente, esta manía persecutoria de mejora nos puede llevar a vivir más procesos de estrés y sufrir mayor ansiedad.
¿Estoy diciendo que hay que dejar de formarse o dejar de crecer como profesional y persona?
Nada más lejos de la realidad. Ahora más que nunca necesitamos seguir aprendiendo durante todo el ciclo vital.
Estoy diciendo que es importante desarrollarse como profesional y persona, pero sin agobios, obsesiones u otro tipo de neuras.
Hace unos días me decía una persona:
«Creo que nos estamos preocupando demasiado por todo, en el sentido de que cualquier cosa que ocurre en nuestra vida personal, familiar o profesional la pretendemos analizar inmediatamente por si puede haber un trauma, trastorno, acoso o carencia detrás».
«Además no paramos de leer todo tipo de libros, asistir a charlas y talleres o contratar profesionales para que nos ayuden a ser mejores padres, profesores, directivos o profesionales, buscando más éxito o bienestar en todo lo que hacemos».
Y efectivamente, creo que lleva razón. Al menos en parte.
Es decir, es muy loable e importante mejorar, crecer y buscar el bienestar y el éxito (entendiendo por éxito el logro de nuestros objetivos).
Ahora bien, obsesionarse con mejorar por obligación, por narices, porque es lo que toca o porque lo hace el vecino (o la empresa de al lado), solo sirve para perder el tiempo, el dinero y los nervios.
Porque hacer las cosas por obligación, o por puro maquillaje, no tiene efectos positivos en nuestro día a día, ya que vamos a seguir haciendo lo mismo de siempre.
Sí creo importante adquirir nuevos recursos o contratar servicios profesionales cuando observemos anomalías que nos impidan desarrollar una vida personal, familiar o profesional con normalidad.
Aclarando que algunas situaciones diarias que se aceptan como normales, son poco saludables y muy perjudiciales:
- Vivir con estrés de día y ansiedad de noche
- No poder conciliar el sueño más allá 3 ó 4 horas
- Tomar ansiolíticos a diario para poder dormir
- Pasar los días en un estado de ánimo triste o «melancólico»
- Tener un comportamiento agresivo e irascible en el trabajo o en casa
- Vivir un clima laboral tenso con falta de apoyos
- Pasar la mayor parte del día anclado en el reproche, la crítica o la queja
- Sentir a menudo el impulso de comer «bombas calóricas»
- …
Más interesante aún sería plantearse hacer una inversión de mejora sistemática (anual, por ejemplo) para nuestro crecimiento personal o profesional (o el de la empresa).
Pero desde una firme decisión que nace de la consciencia y un corazón sereno.
Una profunda determinación de mejorar poco a poco, paso a paso, sin prisas ni agobios.
Mejorando una pequeña cosa cada vez, para abordarla sin «destroncarnos» la vida por querer abarcar demasiado de golpe.
Esto, paradójicamente, nos permitirá avanzar de forma más rápida, saludable y eficaz que engullendo lecturas, talleres y charlas sin masticar ni digerir, cayendo en una especie de «bulimia (in)formativa».
Si además te puedes permitir un proceso de acompañamiento por parte de un profesional que te ayude a consolidar la mejora, «miel sobre hojuelas».
¿Tú también tienes la sensación de tener que mejorar «por narices»?
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