Hace poco tuve el privilegio de asistir a una clase del Dr. en psicología, Enrique García Fernández-Abascal, referente actual de la investigación sobre emociones positivas.
En un momento de su intervención dijo:
El pensamiento positivo no es eficaz. Lo negativo «se come» a lo positivo.
Y continuó
El pensamiento positivo solo es eficaz cuando está bien cimentado sobre afecto positivo.
¿Qué quiere decir esto?
Que si nos basamos única y exclusivamente en la disyuntiva «pensar en positivo» Vs «pensar en negativo», se termina imponiendo el pensamiento negativo, porque:
- Si pienso que las cosas van a ir mal, no soy capaz de ver las cosas buenas e interpreto todo como negativo, lo que me lleva a emociones negativas que me impedirán pensar en positivo.
- Es ingenuo pensar que basta con pensar en positivo para que vaya todo fenomenal. Más pronto que tarde la realidad de la vida me va a hacer «aterrizar».
Sin embargo, cuando hablamos de emociones positivas frente a emociones negativas es más poderoso el «afecto positivo», entendiendo por «afecto» un término amplio que comprende emoción (sensación corporal intensa pero corta), sentimiento (experiencia mental de la emoción, de más duración pero menos intensidad) y estado de ánimo (sentimiento de larga duración sin causa concreta y muy baja intensidad).
De forma que si ese pensamiento positivo se deriva de un afecto positivo no será un pensamiento ingenuo, «sin fuerza o potencia».
Porque para que el pensamiento positivo sea robusto y eficaz (es decir, que nos lleve a comportamientos positivos) es necesario desarrollar y ampliar nuestro afecto positivo recurriendo a todas las fuentes posibles.
Lo que ocurre es que esto no viene dado «de fábrica» o «tan estructurado» como las fuentes del afecto negativo, que son digamos «más abundantes» en cualquier contexto (personal, familiar y laboral).
Las fuentes del afecto positivo hay que trabajarlas mediante la voluntad.
Si nos tomamos en serio lo de ampliar nuestro afecto positivo estaremos «dotándonos» de recursos personales para hacer frente a posibles eventos o situaciones difíciles o problemáticas, fuente de emociones negativas.
Esto es así porque las emociones positivas amplían nuestras tendencias de pensamiento y acción, tal como explica el modelo científico de la Dra. Fredrickson.
Este proceso secuencial produce una transformación en la persona al ser capaz de vivir nuevas situaciones con mayor número de emociones positivas. No sé si me explico.
Y esta nueva capacidad de disfrutar vuelve a generar más recursos personales, creándose un bucle que va generando nuevas formas de afecto positivo.
Dicho de otra manera, si tratamos de «forzar» un pensamiento positivo pero nuestro estado de ánimo predominante es negativo, cualquier situación o acontecimiento negativo «nos va a dar tal bofetada» que se llevará de golpe ese pensamiento positivo.
Sin embargo, si trabajamos un estado de ánimo positivo (alegría, amor, humor, serenidad, calma…) podemos comunicar habitualmente de forma más agradable y asertiva, ayudar, colaborar, buscar soluciones creativas aportando valor (ampliamos nuestro repertorio de conductas) y al mantener ese estado hay menos posibilidades de que gritemos, insultemos, peguemos o cualquier otro tipo de hostilidad y agresión (restricción del repertorio negativo).
El pensamiento positivo junto al afecto positivo permiten construir recursos personales que, a su vez, nos permitirán afrontar las situaciones negativas de la vida de otra manera más satisfactoria.
Es decir, no se trata de denostar, evitar y neutralizar las emociones negativas (que son tan necesarias como las positivas) sino de saber afrontarlas y extraer su información correctamente.
De hecho, en los talleres sobre inteligencia emocional que imparto lo que hacemos es aprender a regular las emociones negativas y darle salida inteligente «decodificando» la información que nos envían (evitando que no se queden «enquistadas» y nos perjudiquen), potenciando además las emociones positivas como recurso de afrontamiento, disfrute y salud.
¿Dónde están esas fuentes de afecto positivo?
El profesor Fernández-Abascal nos proponía poner el foco en las siguientes fuentes de emociones positivas (en todas):
- Cosas u objetos (y su significado)
- Actividades
- Uno mismo
- Otras personas
1) Adquirir cosas es fuente de emociones positivas, así como el significado que represente para nosotros su adquisición.
2) Más interesante que lo anterior es realizar actividades. No solo por el mero hecho de hacerlas sino también por las capacidades o habilidades que adquirimos (aprender un idioma, tocar un instrumento, hacer deporte…).
3) Otra fuente de emociones positivas es lo referente a superarse a sí mismo afrontando un problema, dificultad o reto (inicialmente puede ser incómodo pero después es muy satisfactorio).
4) Por último, se considera la fuente más importante de emociones positivas lo referente a las relaciones sociales, realizando actividades de ocio conjuntamente o ayudando a otras personas. Regalando amor y alegría es más probable que recibamos amor y alegría.
Pero insisto, todas las emociones son necesarias, de lo contrario no estarían ahí. Lo saludable es saber manejar unas y otras para «que no se nos vayan de las manos».
¿Y tú, ya trabajas todas las fuentes de las emociones positivas?
Si te interesa el tema, te dejo un vídeo del profesor Abascal, de unos 20′ de duración. Es de hace unos años, pero me ha parecido interesante.