La lógica de las emociones en el trabajo: una brújula que muchos líderes olvidan

En las empresas ocurre cada día.

Personas que no colaboran, que se aíslan, que critican o que directamente se bloquean ante ciertos cambios o situaciones.

¿Es falta de profesionalidad? ¿Es desinterés? No siempre.

Muchas veces es simplemente… emoción que no se sabe gestionar adecuadamente.

La inteligencia emocional en el trabajo parte de una premisa simple pero olvidada:

Las emociones no son obstáculos, son información.

Son como un sistema de señales que nos indican qué está ocurriendo dentro de cada persona. Ignorarlas es como conducir sin mirar el tablero de mandos.

Me gustaría compartir un ejemplo real que combina varios de los mecanismos emocionales habituales.

Manuel lleva 20 años en la empresa. Conoce su trabajo al detalle. Cuando se plantea un cambio en su departamento (ya sea un nuevo sistema de gestión o cambios de procedimiento), Manuel reacciona primero con cierto miedo.

Percibe amenaza e inseguridad («¿y si no me adapto?», «¿y si pierdo mi lugar?», «eso aquí no funciona»).

Esa ansiedad (emoción de la familia del miedo que anticipa una amenaza o peligro) se manifiesta en excusas sutiles, falta de participación o incluso alguna ausencia «casual» a reuniones clave.

Al cabo de un tiempo, esa amenaza (real o no) se puede transformar en enfado.

Manuel siente que no le tienen en cuenta en decisiones que le afectan directamente (expectativa frustrada), y pasa a la crítica y el reproche.

«Esto lo han decidido sin preguntar», «nadie valora nuestra experiencia». La rabia es una manera de intentar recuperar control.

En paralelo, a veces aparece también la tristeza, especialmente cuando percibe que está perdiendo reconocimiento o pertenencia.

Le cuesta arrancar por las mañanas, se muestra más apagado, incluso duda de su futuro en la empresa.

Pero también vemos momentos de alegría cuando logra pequeños éxitos en adaptarse o cuando algún compañero o líder le reconoce sus aportes.

Ahí es cuando Manuel colabora más, aporta ideas y se muestra abierto a buscar alternativas.

Como muestra el siguiente esquema con la lógica de las emociones, cada emoción tiene su función, su sensación física, su intención y sus conductas asociadas.

El problema no es sentirlas; el problema es no saber leerlas.

Fuente: Elaboración propia

Por eso la inteligencia emocional en el trabajo no es aplicar una «receta mágica» puntual, sino construir una cultura donde las emociones puedan expresarse de forma inteligente.

Sin seguridad psicológica, sin relaciones de confianza y sin líderes formados para gestionar estas dinámicas, los cambios no calan.

Ahora bien, lograr ese contexto de madurez emocional suele llevar varios meses de trabajo intencional de forma planificada y estratégica.

Si quieres que tu empresa empiece a leer bien las emociones y a convertirlas en palancas de colaboración y resultados, puedes contactar conmigo.

Te acompaño a desarrollar el liderazgo emocional que marca la diferencia.

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Psicólogo Organizacional