Imagina que es lunes por la mañana.
Miras tu bandeja de entrada y te saluda con ¡93 correos sin leer!
- El jefe quiere “una reunión rápida de 5 minutos” (spoiler: nunca lo es)…
- Un cliente ha escrito en mayúsculas en el asunto (URGENTE)…
- Y, para rematar, el dueño de la empresa —que también es el gerente o el CEO, el que firma las nóminas y pregunta “cómo van las ventas”— ha pasado por tu mesa con cara de pocos amigos.
Bienvenido/a a la ansiedad laboral en la empresa, ese compañero de oficina que no pidió nadie, pero que siempre se apunta.
Qué es la ansiedad (de verdad)
Aunque a veces la confundimos con el miedo o el estrés, la ansiedad tiene su propio estilo.
No es una emoción primaria pura, sino una especie de “mezcla especial” —una emoción básica, pero no primaria— que toma prestado lo mejor del miedo (¡huye!), del estrés (¡reacciona!) y de otros procesos cognitivos como la atención o la memoria.
Según el manual de Psicología de la Emoción de la UNED , podemos entender «la ansiedad como un sistema de procesamiento de informaciones amenazantes que permite movilizar anticipadamente acciones preventivas. Ya que las dos principales características definitorias de este proceso son precisamente su capacidad para seleccionar y procesar información significativa, y su capacidad de proacción» (Fernández-Abascal, 2010, p. 343).
¿Por qué aparece en el trabajo (y quizá más en una pyme)?
Porque las empresas son el escenario perfecto para lo que en psicología llamamos condiciones inciertas y emocionalmente significativas.
En una empresa pequeña o mediana, todo se suele magnificar.
Cada baja cuenta, cada cliente perdido duele, cada pedido grande da miedo por si no llega a tiempo.
Además, muchas veces las personas clave son “de la casa”, y eso genera un doble vínculo emocional.
Si el dueño es también quien gestiona, contrata y a veces incluso comparte paella en la comida de empresa, la presión emocional no es solo laboral… también es personal.
Y lo peor, la ansiedad no necesita una amenaza real.
Solo con anticipar un “¿y si no llegamos al objetivo este mes?”, ya se activa el sistema de alarma.
No todos reaccionamos igual (ansiedad y vulnerabilidad)
Uno de los grandes errores en la gestión emocional dentro de las empresas es pensar que todos procesamos la ansiedad de la misma manera.
Nada más lejos de la realidad. La forma en que una persona afronta una situación potencialmente estresante depende de cómo se posiciona en dos ejes clave:
Vigilancia: grado en que la atención se orienta hacia señales de amenaza en el entorno. Alta vigilancia significa estar hiperatento a todo lo que pueda suponer un riesgo.
Evitación cognitiva: grado en que se intenta suprimir o evitar el procesamiento consciente de información amenazante, especialmente cuando la activación fisiológica resultante es difícil de sostener.

Combinando ambos ejes se obtienen cuatro estilos de afrontamiento de la ansiedad, que puedes visualizar en el gráfico anterior:
Alta ansiedad (Vigilancia alta + Evitación cognitiva alta)
Estas personas están muy atentas al peligro, pero tratan a la vez de no pensar en ello. Esta lucha interna genera un gran desgaste emocional debido a que la persona experimenta un conflicto típico de aproximación-evitación.
Ejemplo: reciben un correo del gerente con asunto ambiguo y sienten un nudo en el estómago. No pueden dejar de pensar en ello, pero tampoco quieren hablarlo ni afrontarlo directamente. Resultado: tensión constante.
Sensibilización (Vigilancia alta + Evitación cognitiva baja)
Detectan todo lo que puede ir mal y lo procesan con intensidad. Su sistema emocional está en modo radar constante.
Ejemplo: en cuanto un cliente eleva el tono de voz, ya están imaginando reclamaciones, pérdida de fidelidad o incluso consecuencias legales. Son los que más sufren, pero también los que más rápido actúan.
Represión (Vigilancia baja + Evitación cognitiva alta)
Las personas con este estilo ignoran los indicios aversivos para evitar la activación emocional, lo cual bloquea el procesamiento adicional de información sobre la amenaza. Esto incrementa la incertidumbre, pero no es un problema para ellas, ya que tienen alta tolerancia a la ambigüedad y no necesitan comprenderlo todo para estar tranquilas.
Su nivel de ansiedad suele ser bajo, pero corren el riesgo de que una amenaza real pase desapercibida y no actúen a tiempo.
Ejemplo: si el dueño de la empresa pone cara de preocupación y pregunta «cómo van las ventas», el represor puede no registrar esa inquietud como señal crítica y seguir con su rutina como si nada. Si el problema era real, la intervención llega tarde… o no llega..
Baja defensa (Vigilancia baja + Evitación cognitiva baja)
Este estilo representa a personas con alta tolerancia tanto a la incertidumbre como a la activación fisiológica. No buscan activamente señales de amenaza ni las evitan cuando aparecen. Tienen una actitud flexible y abierta: pueden sostener la ambigüedad sin disparar la ansiedad y adaptarse bien a distintas demandas del entorno.
Este tipo de afrontamiento permite movilizar un repertorio amplio de estrategias y ajustarlas con eficacia a lo que cada situación requiera.
Ejemplo: ante un cambio inesperado en la reunión con el dueño o en una petición confusa de un cliente, la persona con baja defensa se lo toma con calma, recopila información sin alterarse y responde con flexibilidad.
Solo en casos extremos —cuando tanto la vigilancia como la evitación son muy bajas— puede haber un riesgo (p.ej., que una amenaza real pase completamente desapercibida). Pero esto no es lo habitual, y en condiciones normales, este estilo se considera funcional y adaptativo.
Entender estos estilos no es solo útil para la autorreflexión, sino imprescindible para managers y mandos intermedios de pymes que gestionan equipos diversos.
No todos necesitan lo mismo.
Algunos requieren espacio, otros guía directa, y otros, una red que los sostenga en momentos de sobrecarga.
Tu Outlook mental y las rumiaciones en modo “correo infinito”
Quiero plantear ahora una metáfora que me encanta para simplificar la comprensión de todo este tinglado cognitivo-emocional.
El procesamiento cognitivo y emocional funciona como una especie de Outlook mental.
Y la ansiedad es el «remitente» que te reenvía pensamientos todo el día con banderitas rojas y asunto en mayúsculas como “NO LO OLVIDES”, “¿Y SI SALE MAL?”, “¡TENEMOS UN PROBLEMA!”.
Las rumiaciones son como esos correos que te mandas a ti mismo con recordatorios, una y otra vez.
“Revisa el presupuesto”, “revisa el presupuesto”, “¿seguro que revisaste el presupuesto?”.
Si no pones orden, tu Outlook mental se llena de mensajes automáticos que te saturan.
Por eso necesitas crear carpetas mentales.
Una para lo urgente, otra para lo importante, otra para lo que puedes delegar (sí, también lo emocional), y otra directamente a la carpeta de spam.
No todo lo que te ronda por la cabeza es relevante.
Algunos pensamientos solo están ahí porque tu sistema emocional está en modo preventivo.
¿Cómo podemos gestionarla (sin tener que irnos a vivir a un monasterio)?
Algunas claves prácticas para empresas pequeñas y medianas (o grandes), tanto si eres trabajador como si eres gerente o “el que lo hace todo”.
Para trabajadores
- Distingue entre preocupación útil y rumiación inútil. Si pensar en algo te lleva a actuar, perfecto. Si solo da vueltas y vueltas durante horas… es momento de parar.
- Haz pausas mentales y físicas. Sal cinco minutos, respira, cambia de tarea. Sí, aunque falten cosas por hacer. En este caso, es mucho más productivo parar que seguir trabajando con la cabeza en otro sitio.
- Limpia tu Outlook mental. Aprende a identificar lo que necesita atención, lo que puede esperar y lo que no merece ni abrirse.
Para managers , CEOs y/o propietarios
- Cuida lo que dices… y cómo lo dices. Un “hay que hablar” puede provocar taquicardias si no lo acompañas de contexto.
- Crea una cultura emocionalmente sana. En una pyme, todo se nota más. Si hay tensión, se contagia rápido. Si hay confianza, también.
- No todo es para ayer. Aprender a distinguir lo urgente de lo importante evita que todo el equipo esté en alerta continua.
- Sé el cortafuegos emocional. A veces, ser gerente o CEO en una pyme significa proteger al equipo del estrés de los clientes… y del propio.
La ansiedad, como el Outlook, puede ser una herramienta fantástica o una trampa. Su función adaptativa es clara, prepararnos ante peligros.
Pero cuando se convierte en el estado emocional por defecto en tu empresa —ya sea por los retos del mercado, las exigencias de la dirección o la presión de los clientes— deja de ser útil y empieza a agotar.
Gestionarla no es un lujo. Es una necesidad para seguir funcionando con salud, lucidez y algo de alegría.
Así que… revisa tu Outlook mental, elimina correos basura, crea filtros y, sobre todo, no te creas todo lo que piensas.
A veces, solo es un spam emocional bien camuflado.
Porque si todo te parece urgente… tal vez ha llegado la hora de redefinir prioridades.
Y si no sabes cómo gestionar los niveles de ansiedad en tu empresa, quizá te pueda ayudar.
Ponte en contacto conmigo y lo valoramos, sin compromiso.
Fuente imagen: IA Gamma.app