¡La motivación laboral no es lo que crees! 4 ejemplos que lo demuestran

“Hoy no tengo ganas de…”

¿Quién no ha empezado así una jornada?

Te sientas delante del ordenador, revisas la lista de tareas y, aunque sabes que tienes que hacerlas, algo dentro de ti se resiste.

Y no es que seas perezoso ni que te falte profesionalidad. Es que la motivación no funciona solo con la cabeza.

La motivación es una variable que tiene dimensiones cognitivas y afectivas.

Dicho de otra forma, es la mezcla entre lo que pensamos (procesos cognitivos) y lo que sentimos (procesos afectivos).

Si uno de los dos falla, la rueda de la motivación no gira adecuadamente.

Puedes tener claros los motivos, pero si no sientes energía o ilusión, se hace cuesta arriba.

O al revés. Puedes tener entusiasmo, pero si no ves sentido ni dirección, el impulso se apaga rápido.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que en los procesos cognitivo-afectivos de la motivación también intervienen variables de contexto en el que trabajamos o vivimos.

No es lo mismo dar lo mejor de uno mismo en un entorno donde hay confianza, apoyo y propósito, que en otro donde predomina la desconfianza, la presión excesiva o la falta de reconocimiento.

Dicho de otro modo. La motivación no se genera en el vacío, necesita un terreno fértil en la cultura y en las relaciones de la empresa.

En internet circula mucho esa frase que dice algo así como que “motivación no es tener ánimo, es tener motivos. Y motivar es dar motivos”.

Tiene parte de verdad, pero también se queda corta. Porque la mayoría de las veces esos motivos se entienden solo como aspectos racionales (objetivos, incentivos, beneficios, argumentos lógicos…).

Y claro que eso ayuda, pero no basta.

Motivar no es solo dar razones o motivos, también es crear condiciones para generar experiencias positivas.

Es decir, facilitar que las personas se sientan valoradas, ilusionadas, parte de un propósito.

Porque la motivación no se alimenta únicamente de la cabeza; también necesita del corazón.

Dicho esto, ahora quiero plantear cuatro ejemplos muy concretos de cómo la inteligencia emocional es clave para transformar la motivación en los entornos laborales.

1. De la obligación al reto personal

Imagina a alguien que cada lunes debe preparar un informe rutinario.

Si lo vive como “otra vez lo mismo”, su energía baja.

Pero si el líder ayuda a replantearlo como un reto —por ejemplo, mejorar la claridad, innovar en la presentación o reducir el tiempo que tarda en hacerlo, usando asistentes de IA y manteniendo la calidad— el chip cambia.

  • A nivel cognitivo: reinterpretar la tarea como desafío.
  • A nivel afectivo: sentir orgullo al ver avances y aprender en el proceso.

2. Del “trabajo porque toca” al “trabajo con propósito”

En una empresa de servicios, un técnico puede pensar que su labor es simplemente “cerrar incidencias”.

Pero si lo conectamos con un propósito mayor como —“resolver lo antes posible un problema que le está generando estrés al cliente”—, la percepción cambia por completo.

Lo que antes era rutina ahora es impacto humano directo; aliviar la frustración de alguien, devolverle la tranquilidad y hacerle sentir atendido.

  • A nivel cognitivo: entender cómo su tarea encaja en el servicio global.
  • A nivel afectivo: sentir bienestar al percibir que lo que hace es útil de verdad para otras personas.

3. Reconocer logros pequeños para sostener la energía

Un simple “gracias” sincero después de una tarea bien hecha puede marcar la diferencia (no hace falta esperar a la evaluación anual o semestral para dar feedback).

  • A nivel cognitivo: saber exactamente qué se ha hecho bien.
  • A nivel afectivo: experimentar reconocimiento y pertenencia.

4. Transformar presión en confianza compartida

Un deadline ajustado puede generar estrés o convertirse en un motor positivo, según cómo se gestione.

Un líder emocionalmente inteligente recuerda al equipo que ya han superado retos similares, transmitiendo serenidad y confianza en que saldrán adelante juntos.

Aunque sigamos en un estado de tensión por la fecha de entrega próxima, pasaremos de experimentar un estrés patológico a un estrés adaptativo, mucho más saludable.

  • A nivel cognitivo: reforzar la expectativa de éxito.
  • A nivel afectivo: sentirse acompañado y respaldado.

Y es que la motivación laboral no se enciende solo con discursos racionales ni con frases motivacionales de calendario.

Necesita motivos que convenzan a la mente y experiencias que enciendan las emociones y un entorno que lo haga posible.

Ahí es donde la inteligencia emocional, aplicada al liderazgo y a la cultura organizacional, se convierte en la palanca clave: la que alinea cabeza, corazón y contexto para que los motivos se transformen en energía, y la energía en resultados sostenibles.

Ahí es donde la inteligencia emocional, aplicada al liderazgo y a la cultura organizacional se convierte en la palanca de éxito clave.

La habilidad que alinea cabeza, corazón y contexto para que los motivos se transformen en energía, y la energía en resultados sostenibles.

¿Te inspira alguno de estos ejemplos para mejorar en tu empresa?

Si necesitas ayuda para impulsar la motivación de tus equipos, puedes escribirme aquí y contármelo.

Fuente imagen: https://chvmpionmind.com/es/motivacion-laboral/

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Psicólogo Organizacional